El adolescente afgano propuesto para ser juzgado por
una Comisión Militar en Guantánamo
17 de octubre de 2007
Andy Worthington
Única en el mundo civilizado (y, cabe señalar, en la mayoría de los demás países considerados
dictaduras bárbaras), la administración estadounidense tiene la manía de
ignorar las leyes internacionales relativas a las distinciones legales entre
adultos y niños, sometiendo a adolescentes, en Afganistán y Guantánamo, a
brutales detenciones sin cargos ni juicio y, en el caso de Omar
Khadr, que tenía 15 años en el momento de su captura, sometiéndole además a un juicio
espectáculo sin ley ante una Comisión Militar, diseñado para impedir cualquier
mención de tortura por parte de las fuerzas estadounidenses y garantizar un
veredicto de culpabilidad preestablecido. Decenas de adolescentes -algunos de
tan sólo 12 ó 13 años- han estado recluidos en Guantánamo a lo largo de los
años, pero hasta ahora Khadr era el único que se enfrentaba a un juicio.
Asadullah Rahman, detenido afgano (liberado en enero de 2004), tenía sólo 12 años cuando fue
capturado y enviado a Guantánamo.
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Sin embargo, la semana pasada, en lo que se suponía que era una demostración de la eficacia y la
justicia de las Comisiones Militares, el Pentágono anunció que un afgano
llamado Mohamed Jawad se uniría a Khadr, Salim
Hamdan, un yemení que fue uno de los chóferes de Osama bin Laden, y David
Hicks, que fue devuelto a Australia en mayo tras un acuerdo de
culpabilidad, como el cuarto "sospechoso de terrorismo" que se
enfrenta a las Comisiones desde su reactivación en marzo de este año, tras
cuatro años de disputas y humillaciones para el gobierno.
Un mínimo de investigación revela que, según los propios registros del Pentágono, Jawad
nació de padres afganos en Pakistán en 1985, por lo que sólo tenía 17 años
cuando fue capturado. Por supuesto, esto no significa nada para la
administración. En una conferencia de prensa celebrada en abril de 2003, cuando
se publicó por primera vez la historia de los "niños prisioneros",
Donald Rumsfeld describió de forma muy directa a los menores detenidos como
"no niños", y el general Richard Myers, jefe del Estado Mayor
Conjunto, dijo que "puede que sean menores, pero no están en el equipo de
las ligas menores de ningún sitio. Están en un equipo de las grandes ligas, y
es un equipo terrorista, y están en Guantánamo por una muy buena razón: por
nuestra seguridad, por su seguridad".
El año pasado, en respuesta a los informes de prensa que criticaban el número de menores
retenidos en Guantánamo, el portavoz del Pentágono, teniente comandante Jeffrey
Gordon, también intervino, insistiendo, desafiando a la razón: "No existe
ninguna norma internacional relativa a la edad de las personas que participan
en operaciones de combate", y añadió: "La edad no es un factor
determinante en la detención [de quienes] participan en conflictos armados
contra nuestras fuerzas o en apoyo a quienes luchan contra nosotros."
Naqibullah, detenido
afgano (liberado en enero de 2004), que sólo tenía 13 años cuando fue capturado
y enviado a Guantánamo.
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Sin embargo, lo más sorprendente del caso de Jawad es que haya sido elegido. Según la AFP, se le
acusa de "intento de asesinato en violación de las leyes de la
guerra" y de "causar lesiones intencionadamente por lanzar
supuestamente una granada contra un vehículo militar estadounidense, hiriendo a
dos soldados estadounidenses y a un intérprete afgano", pero existen dudas
sobre si realmente lanzó la granada, y, en cualquier caso, después de casi seis
años de proclamar a bombo y platillo que Guantánamo alberga "lo peor de lo
peor", la decisión de procesar a un adolescente, que no tenía conexión
alguna con Al Qaeda y que, en el mejor de los casos, era un insurgente afgano
menor, resulta desesperada y ridícula.
Por su parte, Jawad niega desde hace tiempo haber lanzado realmente la granada. En su revisión
administrativa de diciembre de 2005, negó la acusación de que un individuo se
le hubiera acercado a su tienda de Khost en octubre de 2002, ofreciéndole la
oportunidad de ganar dinero matando estadounidenses, diciendo: "No tengo
una tienda en Khost. No conozco a nadie que me dé dinero". Aceptó que, en
diciembre de 2002, en una mezquita de Miran Shah, Pakistán, conoció a cuatro
personas que le ofrecieron un trabajo limpiando minas en Afganistán, pero negó
otras acusaciones de que recibió entrenamiento "para utilizar AK-47,
lanzacohetes, ametralladoras y granadas de mano,que se entrenó con
Hezb-e-Islami Gulbuddin (la milicia antiestadounidense dirigida por Gulbuddin
Hekmatyar, uno de los favoritos de Estados Unidos durante la guerra contra la
Unión Soviética), y que "fue identificado en [una] madrasa yihadista antes
de que los estadounidenses llegaran a Afganistán", donde aprendió a lanzar
granadas y "fue visto con una granada de plástico falsa en la
mano"." "Esta afirmación no es cierta", dijo. "Es mentira.
Nunca fui a un colegio religioso. No he oído hablar de esos nombres. Sólo fui a
la escuela en Pakistán".
El motivo concreto de la detención de Jawad en Guantánamo tiene que ver con un ataque con granadas
contra las fuerzas estadounidenses el 17 de diciembre de 2002. Según las
acusaciones, dos personas le ordenaron a él y a una segunda persona "que
se colocaran cerca de la mezquita y esperaran a que pasara un objetivo
estadounidense". Cuando pasó un vehículo estadounidense, el segundo individuo
ordenó al detenido que lanzara una granada contra el vehículo". Jawad
respondió: "Nadie me pidió que lanzara una granada. Nunca he lanzado una
granada. No sé cómo se lanza". A continuación, se puso nervioso cuando se
afirmó que él "había declarado que en un principio no era la persona que
debía lanzar la granada, sino que se la pasaron en el último momento... Los
otros individuos le dijeron al detenido que lanzara la granada, así que lo
hizo". Insistió: "Eso no es cierto. Les dije [a los interrogadores]
en mi declaración que yo fui la persona que no lanzó la granada".
También negó las acusaciones posteriores de que, mientras él lanzaba la granada, el segundo
individuo "huyó del lugar", que fue "capturado por un agente de
la policía local en el lugar de la explosión" y que "hizo una
confesión por escrito de este ataque, la firmó y la marcó con su huella
dactilar". Y, lo que es más importante, dijo que la policía local lo llevó
a la cárcel y "me torturaron. Me pegaron. Me pegaron mucho. Una persona me
dijo: 'Si no confiesas, te van a matar'. Así que les dije todo lo que querían
oír".
Al no haber oído antes esta historia, el presidente, en un asombroso alarde de la tortuosa burocracia
que recubre el régimen de Guantánamo, declaró que la denuncia de tortura y
malos tratos de Jawad "activa el aspecto de notificación obligatoria del
Procedimiento Operativo Estándar (SOP) de la Oficina de Revisión Administrativa
de la Detención de Combatientes Enemigos (OARDEC) [en lo que respecta a la
notificación de denuncias de malos tratos y tortura]". Sin embargo, esto
quedó descartado cuando Jawad confirmó entonces a la Junta que el trato
vejatorio había tenido lugar en Kabul, a manos de soldados afganos, y añadió:
"Nunca he visto ni soportado tortura alguna en Bagram ni aquí en Cuba por
parte de los estadounidenses."
Volviendo al tema del ataque con granada, Jawad negó la afirmación de que "dijo a un alto cargo
de la policía afgana que estaba orgulloso de lo que había hecho, y que si le
dejaban en libertad lo volvería a hacer", y respondió a la afirmación de
que "un alto cargo afgano declaró haber oído al detenido admitir que había
lanzado la granada contra los dos soldados estadounidenses", diciendo que
probablemente le habían oído cuando hizo su falsa confesión. Volvió a insistir
en que "otra persona lanzó la granada", y explicó que la persona que
le había invitado a venir a Afganistán para retirar minas le había dado una
granada para que se la metiera en el bolsillo (aunque no sabía lo que era) y
luego le había dejado sin vigilancia durante un rato en el mercado. Dijo que,
mientras compraba pasas, sacó la granada del bolsillo y la puso sobre el saco
de pasas, pero que cuando el tendero la vio "me dijo que era una bomba y
que fuera a tirarla al río. Volví a meterla en el bolsillo y corrí gritando que
no me acercara, que era una bomba. Cuando llegué cerca del río, la gente [la
policía] me atrapó".
Es muy posible que Mohamed Jawad sea culpable del atentado con granada, pero es dudoso que la
verdad se airee adecuadamente en una Comisión Militar. Está, por ejemplo, más
allá de los límites de la creencia que los soldados afganos que supuestamente
le torturaron serán buscados y encontrados en Afganistán y llevados a
Guantánamo para testificar. Pero, sobre todo, toda esta triste historia, sea cierta
o no, no se parece en nada al tipo de enjuiciamiento importante de un alto
operativo de Al Qaeda que la opinión pública estadounidense podría estar
esperando después de seis años, el gasto de incontables miles de millones de
dólares y la demolición del Estado de Derecho.
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